Desde fines del s. XVIII los gallegos y asturianos se trasladaron en números crecientes al Río de la Plata. Diversas condiciones, a ambos lados del Atlántico, favorecieron este proceso. Al calor de las Reformas Borbónicas y la expansión económica tardo colonial, Buenos Aires se convirtió en el segundo o tercer destino de las corrientes originadas en el noroeste hispánico, luego de La Habana y Montevideo. Estas migraciones tempranas constituyeron el antecedente de las que posteriormente alcanzaron una dimensión masiva, contribuyendo a sentar las bases de las redes y cadenas migratorias de la segunda mitad del ochocientos.