Parece evidente que el mundo del libro, es decir, la comunidad de agentes e instrumentos que hacen posible la producción y difusión del saber escrito, es una dimensión que interactúa con el Libro del Mundo, aquella otra parte de la realidad en la que habitamos y nos desenvolvemos. Dicha interacción es especialmente evidente en un tiempo como el nuestro, en el que vivimos cambios culturales y tecnológicos cada vez más acelerados. Hay muchos interrogantes en el aire. ¿Hasta qué punto sobrevivirá el papel impreso en la era digital? ¿Deben los gobiernos encargarse de la puesta a disposición del público de los contenidos científicos en los nuevos soportes o eso es cosa de los editores privados? ¿De qué manera puede la ley armonizar una difusión razonablemente libre del conocimiento con la propiedad de los derechos de explotación y la protección de los derechos morales de la creación intelectual? La respuesta a estas preguntas exige sabiduría, creatividad y suerte. Y como no existen recetas fiables a fecha de hoy, lo que aquí se propone como fuente de inspiración es bucear en el pasado y observar cómo los ciudadanos del mundo del libro afrontaron, y hasta que punto supieron superar, las crisis que surgieron en su propio tiempo.