Este es el relato de cómo el exilio de los científicos e intelectuales españoles tras la caída de la República puso punto final a la edad de plata de la ciencia española, al quebrarse la continuidad de una esperanzadora senda abierta en el terreno de la investigación y la formación de un sistema de ciencia profesional que se había iniciado a comienzos del siglo XX de la mano de la Junta para la Ampliación de Estudios. En ese momento, el único consuelo que les quedó a sus protagonistas fue darse cuenta de hasta qué punto las relaciones científicas y personales trabadas durante las décadas anteriores les iban de servir de apoyo tras la debacle republicana. Una vez en el exilio, buena parte de ellos trataron de adherirse a los discursos legitimistas republicanos, aportándoles la cobertura ética que representaba su encarnación de una tradición de pensamiento liberal y moderno frente al nacionalcatolicismo franquista. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, las esperanzas renacieron, pero la deriva de la política internacional al final de los años cuarenta pronto las enfrió. Entonces, la mayoría tomó conciencia de la nueva derrota republicana y se resignaron a un largo exilio en aquellos refugios que ya habían servido en 1939.