Esta obra atiende al culto doméstico en dos provincias de la Hispania romana, la Bética y la Tarraconense, que protagonizaron una profunda inmersión en los procesos de romanización. Los aspectos originarios de la religión doméstica romana, como su dimensión agrícola y atenta al ciclo de la vida, que con el tiempo se fueron desdibujando en el Imperio, se revitalizaron en lugares de Hispania por la confluencia con formas de culto doméstico propias, que, por su carácter arcaizante, estaban todavía vigentes y conectaban con los estratos más arcaicos o primigenios del culto doméstico romano. Estas formas de religiosidad se revelan como un componente del microcosmos que es la casa y se convierten en un vehículo de acercamiento a la mentalidad romana, no solo desde el punto de vista religioso sino también social y familiar.