La figura del genovés Jerónimo Grimaldi y Pallavicini está indisolublemente ligada al servicio a la corona española en los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III. A casi un cuarto de siglo de actividad diplomática se añadiría su titularidad de la primera secretaría de Estado y del Despacho entre 1763 y 1776, a lo largo de la cual se afrontaría una grave crisis con Gran Bretaña en el Atlántico Sur y se sentarían las bases para la pacificación de ambas orillas del río de la Plata, para asegurar la navegación en el Mediterráneo y para apoyar económicamente a los rebeldes de Norteamérica. A estas y otras realizaciones en materia de política exterior hay que añadir su condición de precursor del consejo de ministros, de impulsor del servicio postal y de protector del arte y la cultura. Como en otros exponentes característicos de la alta administración borbónica, prima en Grimaldi su desempeño como leal cumplidor de los designios reales antes que como gran hombre de estado. Es también un ejemplo de supervivencia política, poniendo de manifiesto tras una aparente superficialidad de carácter buenas medidas de ambición y astucia que le convirtieron en un adversario implacable para sus numerosos enemigos. Pese a todo ello, Jerónimo Grimaldi es un personaje relativamente olvidado por la investigación histórica, vacío que esta obra trata de cubrir parcialmente recapitulando su actividad diplomática y política entre 1739, cuando fue nombrado representante extraordinario de Génova en Madrid, y 1784, año de su retiro definitivo.