La demencia es la pérdida de la capacidad intelectual que evita poder llevar a cabo con normalidad una vida social y profesional, que en los países desarrollados afecta al 1,3 por ciento de la población y sobre todo a personas mayores de 65 años, duplicándose la proporción cada cinco años y aumentando de manera preocupante. Junto con el cáncer y los problemas cardiovasculares, es una de las grandes preocupaciones sanitarias y la que mayor gasto produce, puesto que es una enfermedad crónica que requiere cuidados constantes. Algunos tipos de demencia, como la neurosífilis, han podido controlarse; existen algunos tratamiento para la esquizofrenia y los más optimistas suponen que determinados hábitos de vida podrían rebajar el aumento de la incidencia de la demencia vascular. Sin embargo, para prevenir el aumento de casos de demencia senil, la enfermedad de Alzheimer por ejemplo, todavía no existen soluciones.