Los desiertos no son una suerte de monstruos con voluntad propia que arrasan territorios fértiles y prósperos. Son ecosistemas complejos y maduros fruto de unas condiciones extremas de aridez. La desertificación, por el contrario, es un proceso que permanece latente, propio de las zonas secas, y que se desencadena por intervenciones humanas inadecuadas, es decir, por una mala planificación cuya solución pasa por la prevención y el desarrollo de herramientas de vigilancia y de alerta temprana. Esta obra trata de aclarar la diferencia entre ambos conceptos, pues los mitos y la confusión han rodeado siempre este proceso de degradación propio de las tierras secas. Conocer sus causas es indispensable para proponer actuaciones efectivas