El 30 de noviembre de 1803, la corbeta María Pita zarpa del puerto de A Coruña. En su interior viajan veintidós niños huérfanos cuya misión consiste en llevar en su propio cuerpo la recién descubierta vacuna de la viruela a los territorios de ultramar. El doctor Francisco Xavier Balmis dirige esta aventura sanitaria de vacunación global conocida como Expedición Balmis o Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Lo acompañan, entre otros expedicionarios, José Salvany e Isabel Zendal. A instancias del Consejo de Indias, Carlos IV autorizó y financió la expedición que, si se convirtió en la mayor proeza humanitaria de la historia se debió no solo al coraje de aquellos niños que se vieron abocados a salvar las vidas de más de medio millón de personas, sino también al arrojo de su director, Francisco Xavier Balmis, modelo de comportamiento sanitario. El de Balmis fue el primer programa de vacunación en masa de la historia y no existe misión humanitaria de una magnitud comparable. Su expedición fue un bello ejemplo de lo que la ciencia y el espíritu aventurero podían hacer por la humanidad. El propio descubridor de la vacuna de la viruela, Edward Jenner, escribió sobre la expedición: «No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este».