Durante más de treinta años Carlos Patiño fue maestro de la Capilla Real española al servicio de Felipe IV. En 1634, tras la jubilación de Mateo Romero, Patiño se convirtió en primer maestro de capilla no francoflamenco en la corte de los Habsburgo españoles. Formado en la tradición catedralicia, bajo el magisterio de Alonso Lobo en Sevilla, desarrolló un estilo musical propio que aunaba el interés por el contrapunto con el uso del lenguaje policoral. De su extenso corpus vocal en latín, muy difundido en los principales centros eclesiásticos de España y América, Albert Recasens y La Grande Chapelle han extraído algunas joyas. La selección de piezas, muchas de ellas dedicadas a la Virgen María, pone de manifiesto la calidad y originalidad de las obras de Patiño, al tiempo que desvela una fascinante amalgama de procedimientos utilizados siempre para subrayar la retórica del texto.