En su pandilla había matones, narcotraficantes y blanqueadores de dinero. En su habitación, un gran mural del infierno: “Satán era mi patrón”.Cinco novias: “No las llamaba por su nombre para no equivocarme”.Varios coqueteos con la muerte y un grave accidente en coche le llevan a reflexionar por primera vez en su vida. “Contemplé mi vida en fotografías, pasando ante mis ojos, y no me gustó nada lo que vi. Tenía que cambiar”. Hoy, Juango es sacerdote.