Ingeniosas, incisivas, inmisericordes, brutalmente divertidas, las ESTEREOTIPAS provocan la carcajada instantánea contándonos su vida. Se ríen de todos y de todas, pero sobre todo de ellas mismas.
Exprimir ofertas y rebajas y convertirse en Lady Ganga; sacar el máximo partido al propio cuerpo aunque sea con trampa para proclamarse Miss Prótesis; cumplir años con clase y bregar con las nuevas tecnologías para que no te llamen Patética Viejuna; mudarse a los suburbios y sobrevivir como especie Periférica y Adosada; divorciarse y volver al mercado de las Depredadoras y Presas; tirarse a la yugular de la mejor amiga, la ex del novio o la suegra de marras como una buena Hermana Loba; combatir el estrés con la armadura de Conciliátrix, la superheroína que compatibiliza el trabajo con la familia, y poder contarlo todo con pelos, señales, glorias y miserias, orgullosa de ser una Incontinente Verbal, y a mucha honra.
Así es el mundo bipolar de las ESTEREOTIPAS: les han dicho desde la cuna que tienen que ser perfectas y lo peor es que se lo han creído a pies juntillas. Luchan cuerpo a cuerpo en la jungla de la vida y casi siempre salen perdiendo, pero con dignidad y estilo. Contradictorias y coherentes, mezquinas y sublimes, cobardes y audaces, capaces de lo mejor y lo peor para salvar el pellejo y el tipo. Divinas, pero muy humanas.