Es una novela distendida, ágil, sin más pretensión que poner palabras bellas a ideas profundas que no nos dejarán indiferentes. El resto lo pondrá el lector, que se va a sentir de inmediato retratado e interpelado. Como dice en boca de uno de sus personajes: “Se han ido apropiando del pensamiento. Han acostumbrado a la gente a no pensar y han ocupado ese vacío con el pensamiento único. Pero nadie tiene la sensación de que se lo estén imponiendo. Es una obra de reingeniería social perfecta: consiguen que todos piensen lo mismo, sin ejercer violencia aparente, y que cada uno crea que es dueño de sus ideas. Educación, medios de comunicación, anulación de la familia, etc.; los medios los conoces de sobra, son los de toda la vida. Vivimos en la época de mayor totalitarismo de toda la historia y la gente cree que es la de mayor bienestar. Lo cree de verdad. Aplauden un supuesto bienestar que los va despojando gradualmente de su dignidad como personas”. Son palabras de Albert a Sonia, protagonista de la novela. Psicóloga que se mueve en un mundo que no es el de hoy, pero que bien podría serlo, y que busca respuestas. Albert, aficionado a la literatura y la filosofía, le ayuda a plantearse las preguntas radicales, las esenciales y válidas para cualquier época de la historia. La trama empuja al lector a situarse en el centro de la historia, de su historia, y hacerse esas mismas preguntas.