Si el pensamiento económico no puede comprender esto, no sirve para nada. Si no puede ir más allá de sus vastas abstracciones, el producto interior bruto, el índice de crecimiento, la relación capital/producto, el análisis de entradas y salidas, la movilidad de la mano de obra, la acumulación de capital, si no puede superar esto y tomar contacto con las realidades humanas de la pobreza, la frustración, la alienación, la desesperanza, la depresión, la delincuencia, el escapismo, el estrés, la congestión, la fealdad y la muerte espiritual, entonces prescindamos de la ciencia económica y empecemos de nuevo” (“La nueva economía”, p. 100).