El zorro en el gallinero no nos sitúa propiamente “más allá de la razón secular”, pero desbroza en algunos aspectos el camino, y saca a la conversación política (o lo que trata de parecerlo) del casi tautológico debate entre “derechas” e “izquierdas”, entre liberalismo y sus diversos contrarios aparentes. Por este motivo, y ante la dramática situación de una Iglesia que sucumbe con facilidad a la tentación de comprenderse a sí misma desde esas mismas categorías pantanosas, la publicación de este libro de Jean-Claude Michéa (el segundo que se publica en español), es una cierta bocanada de aire fresco y una provocación para una mente insatisfecha con las respuestas prêt à porter. “Ahora bien, si, por lo tanto, no tiene sentido alguno oponer de manera metafísica —al modo como lo hace, por ejemplo, la extrema izquierda contemporánea— el liberalismo cultural […] y el liberalismo económico […], entonces se sigue necesariamente que estas dos declinaciones paralelas y complementarias del mismo software liberal están ellas mismas vinculadas de manera estructural con todos los progresos históricos del sistema capitalista. […] Poco importa, desde ese momento, que se parta de Milton Friedman, […] de Bernard-Henri Lévy o de Emmanuel Macron. El punto de llegada será, inevitablemente, siempre el mismo, a saber: un mundo […] convertido en íntegramente moderno (el que, en el fondo, Aldous Huxley tenía en mente cuando escribía Un mundo feliz), un mundo en el que Wall Street, Hollywood y Silicon Valley podrán por fin dar rienda suelta a todos sus fantasmas «posthumanos» y «transhumanos» sin tener que tropezarse jamás con el menor límite político o cultural ni con frontera geográfica alguna. Si el verdadero «progresista» es sobre todo el que exhorta a todos los pueblos de la Tierra a hacer «tabla rasa» de su pasado y a terminar con todos los residuos del «viejo mundo», entonces debería quedar claro que nadie está mejor armado para llevar a cabo semejante tarea que el mismo sistema capitalista”.