A pesar de su lejanía (1910), Los ojos de la fe continúa representando una concepción teológica muy significativa en la historia moderna de las explicaciones acerca de la fe cristiana. En medio de la multiplicidad de estas, centradas unas veces en las condiciones objetivas que la acreditan o en las condiciones subjetivas que la posibilitan, la posición de Rousselot es clara y decididamente «teológica»: marca una etapa capital en la historia de las discusiones modernas sobre el tema.