Santo Domingo de Guzmán fue un hombre emprendedor, y un predicador infatigable. Fue un hombre sencillo con una profunda vida interior, y muy compasivo. Su ardiente deseo de que la luz de Cristo brillara para todas las personas, su compasión por un mundo sufriente y su celo en servir a una Iglesia que ensanchara su tienda hasta alcanzar al mundo le llevó a fundar y organizar la Orden de Predicadores.