Estamos íntimamente persuadidos de que el mejor servicio que la Universidad puede ofrecer a la sociedad está en ser formadora de personas que entiendan su profesión como parte de su aportación personal a la mejora del mundo en el que viven, y en ser generadora de ideas vivas, de proyectos culturales, críticos y científicos que midan su valor por el ennoblecimiento de las personas y de la sociedad, antes que por los rendimientos financieros o los resultados pragmáticos. Eso es lo que supone asumir el reto de "ampliar los horizontes de la racionalidad". El verdadero proyecto de la Modernidad, pensar en el alcance y posibilidades ciertos de la razón humana, está aún por elaborar. El proyecto ilustrado falló porque en su ambición por poner a la razón como logro supremo del hombre, la encorsetó en el molde propio de su condición humana, lleno de límites, y la desvinculó de toda metafísica. Como ya les decía Chesterton a sus contemporáneos, con ese pensamiento paradójico tan gráfico que le caracterizaba, "¿de verdad hemos aprendido a pensar con más amplitud? ¿O tan sólo hemos aprendido a estirar nuestros pensamientos al tiempo que los adelgazamos?" (Fragmento del prólogo de Daniel Sada Castaño, Rector Magnífico de la UFV)