Se habla muy poco de la represión anarcosindicalista y comunista que tuvo lugar en España de 1936 a 1939 y, menos de las temibles chekas, que eran centros de detención y tortura que ya habían sido ensayados previamente en la Unión Soviética. No existieron juicios; sólo torturas y la libertad de asesinar sin tener que dar explicaciones. Aquellos grupos revolucionarios tenían el consentimiento del Gobierno y la complicidad de las autoridades civiles y sembrar así el terror en la sociedad española de la retaguardia. Se calcula que más de 12.000 personas fueron torturadas en las chekas, y la mayoría de ellas fueron posteriormente asesinadas.