Dios mira nuestra historia desde la esperanza que tiene en cada hombre y en cada institución que hace nacer. El fin está ya en el inicio: este es el don que se esconde y que nuestros ojos no ven, si no es por una gracia especial. En ocasiones se enciende una luz, como chispa maravillosa que ilumina la vida, descubriendo lo que la hace grande y bella. Entonces participamos de la mirada de Dios, y nos vemos desde su esperanza. Los Discípulos de los Corazones de Jesús y María son una prueba viva del inmenso amor y poder del Señor. Es su obra que ha tenido a bien confiar en las manos de unos pobrecillos. Por eso, lo que vais a encontrar en estas páginas es todo un canto al inmenso amor de Dios y de gratitud a la Iglesia, que han hecho posible una preciosísima historia de amistad y entrega.