"Voz de Dios" se pensaba la conciencia, a causa de la autoridad prescriptiva absoluta de sus juicios. "He aquí la voz de Dios" se piensa hoy, más bien, en tono más humilde, conscientes de la necesidad de verificar la autenticidad de lo que resonó en lo íntimo con tanta fuerza categórica de obligación interior. ¿Quién habla en mí con la voz de mi conciencia? ¿Un intruso que vulnera mi libertad? ¿O un huésped, esperado desde siempre, por ser aliado y familiar, "más íntimo a mí que yo mí mismo"? Es necesario un discernimiento, ciertamente. Pero para ello se necesita más todavía una formación.