El P. Paco vuelve a acompañarnos con sus meditaciones para rezar. En este caso en la Cuaresma donde Dios va adelante con su plan de salvación y es capaz de transformar el desierto en vergel. Por eso nuestro camino culminará en el jardín donde había un sepulcro. En aquel jardín la muerte se transformó en vida y de allí brota la redención que le permite al hombre la plenitud. El jardín es nuestra casa. Comenzamos en el desierto, imagen propia de la Cuaresma, para culminar en el jardín, imagen de la Pascua. Este camino es la vida misma. Es el camino de Cristo y es el tuyo y el mío, el nuestro, el de aquellos que llevamos el nombre de cristianos. Hagamos este camino con María. Ella estuvo de pie junto a la cruz del Señor y esperó la luz y la gloria que brotó del jardín, que ella nos ayude a estar como decía San Ambrosio, “plantados en la casa del Señor, a fin de poder florecer en sus atrios como una palmera”. Que ascienda en ti, deseaba el santo, la gracia de la Iglesia, y sea el olor de tu aliento como el de las manzanas, y tu boca como el mejor vino para embriagarte de Cristo.