El fin de la educación es el desarrollo integral de la persona. Para ello es necesaria una antropología que integre la totalidad de la persona. La actual crisis educativa hunde sus raíces en la ausencia de esta antropología con una adecuada comprensión de la afectividad para entender que la acción educativa es una acción personal, cuya base afectiva es esencial. Una buena relación de confianza es la mejor garantía para un buen aprendizaje no solo de unas materias sino un aprendizaje integral. El papel del afecto en la educación es algo que siempre ha sido valorado por los grandes pedagogos. Sin embargo, en el momento actual, la crisis sociocultural ha debilitado tanto las relaciones interpersonales que la falta de confianza se extiende por la escuela de modo peculiar. El presente estudio parte del análisis del dinamismo afectivo para examinar la acción educativa. Se trata de descubrir cómo una comprensión adecuada del hombre posibilita a la educación alcanzar el fin de la formación integral de la persona. En este análisis se ha introducido la magnífica tradición de la educación católica por medio de algunos de sus representantes modernos.