Los salmos son el corazó́n del orante del Antiguo Testamento. Contienen los sentimientos y aspiraciones de un judío piadoso del período del segundo Templo. Aunque algunos son de la época de la monarquía, el libro tal como lo tenemos ahora se configuró́a lo largo de un largo período. Debemos situarnos en el s. II a.C. (incluso después) para poder pensar en el Libro de los Salmos tal como lo concebimos ahora. Cada salmo puede leerse así en clave «judía», es decir, en su contexto original de producción. Esa lectura más pegada a la mente de los autores humanos primeros tiene su importancia porque muchos elementos posteriores de teología y liturgia cristiana se alimentan de ese «humus». Desde ahí, y a través de la fe revelada en Cristo, se puede hacer ya la lectura cristiana del salmo. Se despliega así el misterioso plan de Dios. Así hizo el mismo Cristo y sus apóstoles. Y así debemos leer nosotros los salmos, desde la fe de la Iglesia