Madrid, 1936. Las tensiones entre las distintas facciones de la izquierda y el avance del ejército nacional han convertido la capital en un inmenso camposanto. La vida de los madrileños ha cambiado radicalmente en cuestión de un año. Mostrar afinidad a ciertas ideas políticas ha devenido en actividad de riesgo. Pertenecer a un árbol genealógico concreto, en motivo de sospecha. Profesar la fe católica, en sentencia de muerte. Con la escrupulosa exactitud de sus descripciones, Zona roja traslada al lector a ese Madrid infestado de cadáveres y caótico de los años de la guerra. Y lo hace sin privarle de ningún punto de vista: cada facción, cada tendencia política, se encarna en un personaje al que el autor dota de una extraordinaria complejidad. "Ante Zona roja no queda sino quitarse el cráneo, impresionado y agradecido, como el don Latino de Luces de Bohemia" (Fernando Paz).