Esta conferencia del entonces cardenal Ratzinger recoge las grandes preguntas sobre la conciencia humana, tantas veces olvidada o confundida con una culpa desechable. El autor dedica, junto a otros pensadores —Newman, Sócrates, S. Tomás de Aquino...— un brindis a esta voz de la verdad que habita nuestra alma, y que nos es dada como aliada en el camino a nuestra libertad. «El camino alto y arduo que conduce a la verdad y al bien no es un camino cómodo. Es un desafío para el hombre. Pero quedarse tranquilamente encerrados en nosotros mismos no libera, antes bien, actuando así nos malogramos y nos perdemos. Escalando las alturas del bien, el hombre descubre cada vez más la belleza que hay en la ardua fatiga de la verdad y descubre también que justo en ella está para él la redención».