El señor Marbury, padre de una familia numerosa y abogado discreto, no es un hombre de acción. Sus días discurren apacibles en Somerset, rodeado de libros, recibiendo visitas y envuelto en un cálido ambiente familiar. Esa paz se ve perturbada cuando un día, leyendo a Tólstoi, comienza a preguntarse si su vida cabría en una novela. ¿Hay acaso una trama oculta en la vida cotidiana? ¿Tiene argumento un tipo normal? ¿Se requieren grandes aventuras, con dragones y otros peligros, para escribir una novela? Para resolver su duda, el señor Marbury comienza por lo que le parece más literario: mirar y sentir. Pero así su novela resulta imposible. Al final serán los acontecimientos diarios, esos que suelen pasarnos desapercibidos, esos que damos por sentado, esos que a menudo incluso despreciamos, los que le revelen el secreto de la verdadera literatura y de la vida: que amar no es brillar, sino arder.