En Contramundo, el escritor Carlos Marín-Blázquez acomete una difícil tarea de deconstrucción civilizatoria. Con golpes secos y certeros que se encarnan en líricos aforismos, derriba las falacias y las iniquidades sobre las que se ha erigido la torre de Babel contemporánea. «Nuestro objetivo ha de ser modesto: no transformar, sino desenmascarar», dice el autor. Sin embargo, la naturaleza de su obra no es meramente destructiva; de serlo, el lector pasaría la última página exánime, sumido en una paralizante desazón. Y no ocurre así. Quien termine de leer Contramundo se descubrirá, muy al contrario, rebosante de una alegre esperanza, la esperanza de que los escombros de este mundo devastado den a luz, auxiliados por el sudor de nuestra frente y el aliento de la gracia, un cálido hogar en el que vivir. «En nuestros días, la búsqueda de culpables es el pasatiempo principal de los que no creen en la Culpa». «Los artífices de nuestro siglo primero expanden los patógenos y luego se visten de médicos» «Vivir es contraer una deuda que nunca se salda//Cada don que recibimos es un regalo caído en manos insolventes».