La “Llama de Amor Viva” de san Juan de la Cruz emerge como un lucero esperanzador, posibilista y optimista. Como una llamada de atención a recorrer el camino hacia dentro, hacia donde esa llama siempre ha estado ardiendo y dando vida. Estamos, posiblemente, ante la obra más elevada de Juan de la Cruz, y la que aparentemente nos habla del más allá, de la eternidad, de lo escatológico. Y, sin embargo, es la que pone nombre a lo más latente del espíritu humano, a lo que inconscientemente siempre buscamos, a lo que, sin saberlo, siempre nos está llamando a saciar de infinito nuestro vacío existencial.