Siempre he necesitado emblemas de esperanza para proclamar que somos una opción de libertad. Alzo este cuadro (El fenómeno de flotar, de Rob Gonsalves) como enseña de ruta y camino. Vivir nos invita a optar. No es razonable «seguir a la gente simplemente porque va Vicente». No es suficiente para llegar a encontrarnos en plenitud y en la identidad que cada uno tiene que conseguir, como razón de vivir, madurar en el ser, llegar a la plenitud.
Este cuadro es casi un leitmotiv de mi vida. Es el momento en que toda la multitud gregaria está «segura», debajo de su «paragüitas»; no le falta de nada —eso creen—. Pero cada uno de nosotros, en la intimidad de nuestros pequeños grupos, en familia, entre amigos, tenemos que levantarnos, alzarnos a lo alto, para descubrir y admirar nuevos horizontes y salir del ensimismamiento que nos aboca al tedio, a un huir hacia delante, a un huir en busca de soluciones de corto vuelo que nos van descorazonando.
Existe un camino acorde a nuestra naturaleza. Desde el árbol de la literatura española, siempre con espíritu crítico y desde el ámbito sagrado de la libertad, podremos descubrir o retornar al único Camino que es al mismo tiempo Verdad y Vida. Hay horizontes de esperanza.