Toda la vida cristiana, y consiguientemente también la vida del sacerdote, debe estar impulsada por el amor de Dios, un amor que nos precede, capacita e impele a proyectarlo, desde Cristo, en el amor servicial y generoso a los demás. El presente volumen recoge las ponencias del XXXVI Simposio Internacional de Teología del Sacerdocio. El simposio se abrió con la intervención de Mons. Ángel Javier Pérez Pueyo, que centró su ponencia en el ministerio presbiteral como como “epifanía y transparencia” de Cristo en la Iglesia. El presbítero está llamado a conformar su vida con aquellas actitudes y comportamientos que tuvo Jesucristo, el buen Pastor, fuente última de todo amor, un amor que lleva a entrar en diálogo con el hombre. El profesor D. Francisco Pérez Herrero disertó sobre el amor a Dios y a su Palabra en la vida sacerdotal, proponiendo a san Jerónimo como un ejemplo a seguir. A la amistad con Dios exhorta de manera insistente san Agustín, tema desarrollado por el P. José Luis Narvaja, SJ. La ponencia se centró en los primeros intentos de san Agustín en orden a establecer una vida en común que, aunque fracasaron, sirvieron para su comprensión definitiva del concepto de amistad, que ha de apoyarse en la mutua búsqueda de Dios. Una expresión singular de la apertura a la Transcendencia y del amor al Dios trinitario es la oración, “signo eficaz” del esfuerzo de maduración espiritual y de la identificación amorosa y libre con el Señor. El tema fue abordado por el P. Ramón Álvarez Velasco, OSB. La oración es para el sacerdote el mejor modo de reflejar su fe, su consagración a Dios y su servicio a los demás. Luis Ángel Plaza Lázaro se encargó de presentar la intrínseca dimensión misionera y universal del amor sacerdotal. Así lo confirma la fuente trinitaria de ese amor, la historia de una Iglesia que se va abriendo a él de manera progresiva, los sacramentos y algunos testigos excepcionales de ese amor universal, como san Juan de Ávila y el papa Francisco. Lucinio Ramos Rebollares expuso el tema insoslayable del amor del sacerdote al pueblo que le ha sido confiado. El ministerio sacerdotal es ante todo “amoris officium”, cuestión de amor. El profesor D. Rafael Pérez Oreiro desgranó las múltiples connotaciones que entraña la condición del sacerdote como “homo familiaris”, que hace que su identidad quede configurada por los vínculos de filiación, fraternidad, esponsalidad y paternidad. Sobre la relación específica de fraternidad entre el sacerdote y los demás sacerdotes del presbiterio diocesano giró la intervención del profesor D. Santiago Bohigues Fernández. Todos los sacerdotes quedan fraternalmente unidos entre sí por el encuentro personal con Cristo a través del sacramento del Orden y se mantendrá vivo por medio de la oración y renovación constante. La relación múltiple y plural que entraña el ministerio sacerdotal obliga a contemplar las “amistades tóxicas” con las que el sacerdote se puede encontrar. De ellas ofreció un pormenorizado análisis el profesor D. Agustín Sánchez Manzanares. El Simposio se concluyó con la presentación de una fraternidad sacerdotal: “El Prado”. El sacerdote D. Ángel Matesanz Rodrigo, miembro de ella, habló de sus orígenes, de su trayectoria y de su situación actual.