La lucidez con que san Juan de la Cruz ilumina las páginas de este libro tentador es un regalo personal que nos hace a los lectores. Ya sus poemas estaban pidiendo la claridad más generosa en el decir y la alegría más retozona en el comentario. Proclamamos lucidez en la mente y en las palabras, y nos asociamos así a la luminosidad que siembra, y a veces esconde bajo lo inefable, este altísimo poeta y no menos alto prosista. De verdad que lo que dijo Manuel Machado, a otro propósito: “Juan de la Cruz es el más santo de los poetas y el más poeta de los santos”, y, en este otro caso, hay que decir que esto mismo le pasa con la capacidad luminosa de su mente y de sus palabras.