Siempre en el camino del amor es una invitación, de la mano de san Juan de la Cruz a desarrollar un proceso de realización humana. A la verdadera vocación: la unión con Dios. Se trata de la muerte del yo posesivo, egocéntrico, autosuficiente, encerrado en la estrechez de lo bajamente humano, y del nacimiento del yo “divino” de Cristo, profundamente relacional, limpiamente amoroso en la acogida y la donación. Estamos ante un camino del amor absorbente de Dios y de la persona que activamente consiente. Amor que purifica, al tiempo que une, que une al tiempo que purifica, que “crucifica” resucitando y resucita crucificando. Se trata de una realidad y experiencia de “noche oscura” que, sobrepasada, ofrece una perspectiva única de relectura de todo el camino de hominización-divinización. Así sucedió a los apóstoles: la resurrección les dio la clave de lectura y comprensión de la muerte del amigo y maestro. Maximiliano Herraiz, apoyado en la doctrina sanjuanista, nos ayuda en este proceso que está abierto a todas las personas. Su preocupación es ver cómo despertamos en nosotros, en el mundo de hoy, la sensibilidad espiritual por esos bienes inmensos a los que somos llamados. “¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis?” (Cántico B 39, 7).