El «derecho a la muerte» se anuncia cada vez más como una cuestión dogmática, una realidad jurídica que pertenece al hombre y que nadie puede negar. ¿Es realmente un derecho? ¿O, más bien, una deformación del Derecho? Cuestiones tan esenciales como la noción de persona, la libertad, la verdad, la ética o el sentido de la vida o del sufrimiento, se han visto viciadas y enturbiadas por esta cultura que se enraiza no solo en el nihilismo de Nietzsche, sino también en aquel del gnosticismo antiguo, caracterizado por la angustia vital, el odio a lo creado y la obsesión por escapar de este mundo.