Don Marcelo recoge numerosas fuentes y testimonios que dan fe de la vida del cardenal Primado y narra algunas de sus «transiciones»: la de sacerdote a obispo, responsabilidad angustiante que no deseaba; la de su traslado de Astorga a Barcelona, al que fue reticente; la de la Iglesia anterior al Vaticano II a la del posconcilio, donde queda de manifiesto el celo con el que Don Marcelo trató de aplicar el Concilio como hijo humilde y agradecido de la Iglesia; o la Transición, el advenimiento de la democracia a España, durante la cual su postura también es incomprendida demasiadas veces. Los autores recogen también muchos detalles de sus relaciones con figuras esenciales para la vida de la Iglesia durante el último siglo, como los santos pontífices Juan XXXIII, Pablo VI y Juan Pablo II; san Josemaría Escrivá y el beato Álvaro del Portillo; santa Maravillas de Jesús, el cardenal Tarancón o el general Franco. Él fue el instrumento de la Providencia para que mi vocación sacerdotal creciera y madurara en aquel Seminario que propició con su carta Un Seminario nuevo y libre, fruto precioso del Concilio Vaticano II. Recuerdo con viveza sus palabras aquel 12 de julio de 1981: En el Evangelio que se nos ha leído hoy se habla de vosotros, porque estas palabras de la parábola del sembrador son aplicables perfectamente a este momento y a vuestras personas. ¿Qué sois o qué vais a hacer? Sembradores de la vida de Cristo en el mundo, esa es vuestra misión. Todo el conjunto de vuestros actos de vida se orienta hacia este fin: sembrar la vida de Cristo en el mundo.