La vida humana es un don, pero también una tarea. Para fructificar, la vida humana tiene que plantarse y cultivarse. Ahora bien, nadie puede cultivarse y fructificar solo, ningún hombre es un sujeto aislado. Esto supone que necesito de otros para crecer y dar fruto. Aquí es donde entra de lleno la autoridad: la persona de autoridad, en la medida en que busca mi bien, me hace crecer, es mi “autor,”, me indica el camino hacia una plenitud personal. ¿En qué modo son los maestros autores de los alum nos? ¿Qué autoridad tiene un maestro y cómo puede ayudar a hacer crecer a los alumnos? En este libro queremos ofrecer a los maestros una reflexión sobre su hermosa vocación y tarea de ser autores de los niños que se les confían.