Ante la contemplación del misterio del nacimiento de Jesús conviene que tomemos conciencia de la importancia de abrazar al Niño Dios, de suplicar a María y a José que nos dejen coger al bebé, que nos dejen abrazar su cuerpo blanco y frágil para que también Dios abrace toda nuestra vida con su fragilidad. Ojalá leyendo estas páginas puedas tú también por un instante tomar entre tus brazos su cuerpecillo delicado y descubrir la grandeza de Dios entre tus manos. ¿Nos encontrará María dispuestos a recibir este regalo? Cuidemos la oración pues es, generalmente allí, donde los santos tuvieron esta misma experiencia que ojalá nos pueda suceder a ti y a mí.