Si algo no ha discutido nadie a Azaña, ni siquiera sus enemigos, es su capacidad oratoria, la efectividad y brillantez de sus dotes parlamentarias y el eco extraordinario de sus discursos, tanto dentro como fuera de las Corte
Si algo no ha discutido nadie a Azaña, ni siquiera sus enemigos, es su capacidad oratoria, la efectividad y brillantez de sus dotes parlamentarias y el eco extraordinario de sus discursos, tanto dentro como fuera de las Corte