Enrique había comenzado el nuevo siglo con la certeza de que se aproximaba a la serenidad cuando su abuela Rosario salió del cuadro para sentarse en el diván situado a escasos centímetros del borde inferior del marco dorado.
Enrique había comenzado el nuevo siglo con la certeza de que se aproximaba a la serenidad cuando su abuela Rosario salió del cuadro para sentarse en el diván situado a escasos centímetros del borde inferior del marco dorado.