En esta obra, la autora contempla al hombre en camino (homo viator), y el camino que este recorre es Cristo, «camino, verdad y vida» (Jn 14,6). El hombre no es considerado en sí mismo, en su naturaleza, sino en su devenir o progresión hacia Dios y hacia sí mismo, porque el hombre descubre su propio misterio descubriendo el misterio de Dios. La imagen ireneana del Adán niño manifiesta este deseo de ver al hombre en el dinamismo de su propio crecimiento y de la economía divina, recorriendo las «edades del hombre», que son también las «edades de la vida espiritual» († Christoph cardenal Schönborn).