Este libro contiene teología, no la dosis masiva de teología que necesitan los teólogos, pero sí el mínimo indispensable que necesita todo hombre para vivir cuerdamente en la realidad, es decir, para ser sensato. Pues ser sensato no supone vivir en el mundo como otro hombre cualquiera, significa vivir en la realidad del mundo. Ahora bien, algunos de los elementos más importantes del mundo real sólo pueden ser conocidos por la revelación de Dios, que es el objeto de estudio de la teología. Si carecemos de este conocimiento, nuestra mente ha de vivir casi enteramente sumergida en tinieblas, debatiéndose con una realidad que en su mayor parte se le escapa. Propósito del autor no es centrar la atención sobre la voluntad, sino atender fundamentalmente a los problemas del entendimiento. No trata de resolver una cuestión de santidad, sino de sensatez. Diferencia harto frecuentemente olvidada en la práctica de la religión. Se ocupa más del entendimiento que de la voluntad, no porque el entendimiento tenga más importancia en religión que en voluntad, sino porque tiene verdadera importancia y se tiende a descuidarla. Es cierto que la salvación depende directamente de la voluntad. Nos salvamos o condenamos según lo que amamos. Sin embargo, resulta innegable que la importancia del entendimiento es muy grande, puesto que no podemos alcanzar un máximo amor a Dios sólo con un mínimo conocimiento de Dios.