La Palabra de Dios, si nos la dejamos decir, nos va entrando casi de puntillas. Como dice San Ignacio en los Ejercicios Espirituales, habrá momentos en que su llegada nos resultará estrepitosa "como gota de agua que cae en la roca", porque necesitaremos, en esa hora, que nos sobresalte y nos golpee; pero normalmente nos irá calando en silencio, como musitándonos por dónde quiere guiarnos" como lluvia que empapa la tierra".