Pablo VI fue probablemente el papa del siglo XX que pretendió influir más profunda y decisivamente en la vida de la Compañía de Jesús. Su pontificado coincidió con el renovador liderazgo de Pedro Arrupe, justo en una etapa en la que los jesuitas -tras finalizar el Concilio Vaticano II- atravesaban fuertes diferencias internas en torno a su identidad y misión. Entre el Papa y los jesuitas se estableció una relación intensa y vibrante, que en ocasiones llegó a complicarse peligrosamente.