Muchas experiencias vitales concretas, aunque no las reconozcamos, son experiencias del Espíritu. Estamos invitados a convertirnos en oyentes atentos a vivir como hombres de Espíritu, en la seguridad de que el sentido del hombre no está en la felicidad de esta vida, sino en buscar a Dios y entregarse a su insondable voluntad