Cuando miro a nuestros barrios y ciudades, la belleza desinteresada, junto con el bien y la verdad, parece haberse despedido sigilosamente y de puntillas del mundo y sus intereses, abandonándolo a su avidez y a su tristeza. Por eso me acerco a vosotros, queridos lectores, para invitaros a recorrer estas páginas y sus meditaciones, fruto de la lectio divina y de la oración monástica, y a dejaros llenar de la luz de Dios que de los textos bíblicos se desprende, a saborear - al ritmo lento de la escucha y de la lectura orante- la sal que ellos tienen, y apreciar la semilla de la Buena Noticia del Evangelio, que siembra Belleza en nuestras vidas. Cada meditación ha sido un trozo de fermento introducido en la masa de la "Amistad con Jesús" para crecer y dilatarse en ella. Y cada pagina del Evangelio, la Belleza de Dios ha resplandecido, dejando en nosotros una huella de vida imborrable.