Este es un libro que afronta temas serios sin perder el sentido del humor, ya que –como dice el autor– «la sal del humor da, hasta en las cosas fuertes, un sabor de humildad». Está dividido en cuatro partes, que a primera vista podrían parecer inconexas pero que están hiladas, precisamente, por ese diálogo entre lo dulce y lo amargo, entre lo serio y lo risible. La primera (la Iglesia de Cristo, siempre en camino) es el discurso de un hombre de Iglesia que se esfuerza en pensar la situación presente de la fe, lo que exige, lo que debería ser la contribución de los creyentes. La segunda, titulada con un si condicional, se encara a situaciones dolorosas, críticas, desesperadas para dar testimonio de una esperanza que puede sobrevivir o revivir hasta dentro del horror. La tercera evoca, mediante la parábola de un viaje, lo que puede ser hoy el camino a través del cual el ser humano se inicia en el Amor. La cuarta parte es una colección de chistes o aforismos que sirven para atrevernos a romper en pedazos lo «espiritualmente correcto» para invitarnos a descubrir lo realmente esencial.