En esta carta, dirigida a todos los sacerdotes del mundo, el Secretario General del Sínodo de los Obispos y el Prefecto de la Congregación para el Clero les invitan a continuar el camino de la escucha del Pueblo de Dios, poniendo en práctica la Palabra y saliendo al encuentro de todos con una escucha recíproca que muestre el verdadero rostro de la Iglesia: una «casa» hospitalaria, de puertas abiertas, habitada por el Señor y animada por relaciones fraternas. Una Iglesia que manifiesta la alegría de sentirnos una sola familia, un solo pueblo en camino, hijos de un mismo Padre y, por tanto, hermanos.