¿A qué suena el término «compasión»? ¿Qué evoca? ¿Qué se percibe en él? Hay que confesar que hace algún tiempo sonaba mal. Se equiparaba a los sentimientos de lástima, pena, cierta piedad –en lenguaje religioso–. En el mejor de los casos se comprendía como empatía –«ponerse en el lugar del otro»–, que parece que le otorga algo de bonhomía, conmiseración o magnanimidad hacia alguien que sufre. Sin embargo, aunque las generosas acciones que surgen de estos sentimientos producen algún consuelo, tampoco llegan a transformar nada. Pero desde hace poco, se ha hecho un hueco en nuestro lenguaje, hasta casi ponerse de moda. Y es que se ha descubierto toda la potencia que alberga la compasión. Potencia no solo semántica, de contenido del concepto, sino una potencia activa, eficaz. En este libro, el sacerdote y pastoralista José Ramón Pascual consigue sacar la pastoral de la sacristía y del templo, y la lleva a la calle, donde la mayoría de las personas tienen que jugarse la vida, la identidad, la misión.