¿Por qué se proclama la Palabra de Dios en la celebración de la eucaristía? ¿Es tan importante como dicen o se trata de una especie de preámbulo al sacramento de la eucaristía? ¿Cómo nacieron los leccionarios, cómo evolucionaron a lo largo de los siglos? ¿Cómo fue capaz la reforma litúrgica conciliar de superar un vacío de siglos y lograr que los creyentes tuvieran fácil y cotidiano acceso a las riquezas de la Escritura? ¿Qué necesidad había de publicar un leccionario adaptado para las misas con niños? Después de cuarenta años, ¿se valora fructuoso aquel empeño? ¿Era preciso ofrecer una traducción oficial de la Biblia para la Iglesia católica española y, en consecuencia, renovar el texto de las lecturas que se leen en misa?A todas estas preguntas trata de dar respuesta el primer volumen de la serie Dejad que los niños escuchen mi voz. El grueso de la serie lo conforma una nueva propuesta de lecturas bíblicas para las misas con niños, que queda sistematizada en torno a un doble recorrido: el año litúrgico y los núcleos fundamentales de la fe cristiana. En estas páginas encontramos los criterios que han orientado y estructurado el doble itinerario.