En el centro del mensaje de Jesús está la llegada del Reino de Dios. Jesús inaugura un camino nuevo y nos invita a seguirle... Pero ¿por dónde pasa hoy ese camino? Es preciso descubrir hoy las huellas de Dios que va delante de nosotros, marcando el futuro. Y esto no siempre es fácil... Las huellas de Señor hay que rastrearlas a veces con mucho cuidado, en medio de todo tipo de expertos en exhibir o imponer sus rutas de muerte, que aparecen tan amplias y sensatas para los que viajan por ellas subidos en sus ideologías y comodidades de alta velocidad y tecnología sofisticadas. A veces resultan tan agobiantes los "nuevos caminos" que se abren ante nosotros que uno se pregunta de dónde le vendrá la fuerza para resistir con todo un pueblo cansado de dar vueltas por el desierto y el engaño. Pero "llevamos un tesoro luminoso dentro de nuestros recipientes de barro" (2 Cor 4,7). Nuestro trabajo comprometido y nuestra mirada contemplativa nos van acercando a la realidad de manera nueva y nos periten percibir ya, en los cuerpos maltratados, la luz definitiva que recorre el camino con nosotros. Si somos verdaderamente contemplativos en medio del compromiso por el Reino, podremos vivir "la transparencia del barro" (2 Cor 4,11).