En la conversación queremos hacernos comprensibles al otro y ser comprendidos por él. Quisiéramos, además, participar en su vida. Y, sin embargo, con frecuencia mis palabras le llegan al otro de manera distinta de como yo las había pensado. No es algo evidente de por sí que una conversación logre el resultado previsto. Con frecuencia, en las familias, en las comunidades, en los negocios, predomina la inexpresividad, la carencia de palabra. Y muchas conversaciones fracasan.